Alabanza Maxima
SUENA BONITO, SE OYE MEJOR

Isaac Sosa Cuellar


Siempre me sorprende el Señor, y es que a veces cuando uno se siente cansado y cree haberlo visto y oído todo, él siempre tiene algo que enseñarnos.

Recientemente he estado meditando sobre el papel que juega la música dentro de nuestra alabanza y adoración hacia Dios, pues muchas veces sólo nos dejamos guiar por el ritmo, la melodía, la instrumentación o los arreglos sin prestar atención a la verdadera motivación que debe de llevarnos a interpretar una canción que esté dirigida al Señor.

La música de alabanza y adoración no son sólo melodías para interpretar, no son únicamente letras bonitas y rimadas., la música de alabanza y adoración cumple el simple propósito de acompañar nuestro firme y profundo deseo de exaltar y alabar el nombre y la persona de Jesús.

Reconozco que en ocasiones los mismos ritmos, los mismos arreglitos de los instrumentos y hasta los "coritos" nos pueden aburrir, pues llegan a sonar igual en todas las canciones. Pero, el problema no se encuentra ahí, el problema radica en nuestro propio corazón.

La disposición que tengamos para levantar a Dios un canto sincero que salga del corazón, está directamente relacionado con nuestra comunión diaria con el Creador. No podemos platicar de intimidades con alguien a quien no conocemos, no podemos llevar serenata a un perfecto desconocido, pues inmediatamente llamarían a la policía o en el peor de los casos, al manicomio. De la misma manera, no podemos cantarle al Señor un canto sincero, si antes no hemos tenido una verdadera comunión con él.

La adoración en el Antiguo Testamento (Éxodo 25-27) requería de un sacrificio en todos los sentidos: tanto una purificación interna como una detallada ceremonia de consagración del templo y del sacrificio. No era tan sencillo adorarle, no era sencillo llegar hasta su santo lugar, ya que si no eras digno, simplemente al entrar te morías, es más, no todos podían entrar al lugar santo, sólo lo podían hacer los escogidos, aquellos consagrados totalmente a Dios.

Tal vez eran muchos requisitos para poder levantar una adoración a Dios, pero eran necesarios. No existían otros mediadores mas que los sacerdotes del templo, desgraciadamente ellos, al igual que todos los demás, también eran humanos, tenían una naturaleza de pecado, no podían hacer nada más.

Dios en su misericordia, ve que su pueblo no puede vivir de esa manera, él anhela una relación directa y estrecha con sus hijos, pero ¿cómo hacer para que ellos se acerquen a él, si sus pecados se lo impiden? Era necesario que un mediador, sin la misma naturaleza de pecado, tomara el lugar, para que así creara un acceso al lugar santísimo, en donde Dios, escuchara la adoración de su pueblo, directamente de sus corazones.

Tú y yo sabemos quien es ese mediador, aquél que vino al mundo sin pecado y murió por nosotros, no sólo para darnos la vida eterna si no para que fácilmente y sin mayores restricciones, le podamos adorar en su santo lugar, cara a cara, con nuestras más sinceras palabras y decirle desde lo más profundo de nuestro corazón, que le amamos.

Llegar ante él con un corazón limpio y recto es necesario (Salmo 24: 3 y 4). Debemos de ser sus santos, sus sacerdotes, aquellos que puedan presentarse confiadamente ante su trono, aquellos que tienen el privilegio de poder entrar por sus puertas sin tocar, de acercarse con seguridad y sentarse en su regazo, aproximarse a su mejilla, darle un beso y descansar en él.

Creo que después de todo, la música no es tan importante, suena bonito, pero, se oye mejor un corazón sincero y lleno de amor.

Fuente: Poder en Línea

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