Alabanza Maxima
Nacidos Para Adorarle

La respuesta aquí, ¿por qué tú existes...?

Aquí esta la respuesta a la pregunta ¿por qué? Fuimos creados para adorar a Dios, lo demás es secundario.

Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar al camino del árbol de la vida (Génesis 3: 24).

Una de las mayores tragedias que encontramos, incluso en esta era tan ilustrada, es el total fracaso de millones de hombres y mujeres de descubrir para qué nacieron.
Niégalo si quieres, pero allí donde hay seres humanos en este mundo, hay personas que sufren de una desesperada y deprimente amnesia. Les obliga a clamar, bien en silencio dentro de sí mismo, o frecuentemente con una expresión de frustración audible: ¡Ni siquiera sé por qué nací!
Adán tuvo una caída, y recibió un terrible golpe. Envuelta con él en la catástrofe estaba Eva, su mujer. Luego, cuando trataron de quitar de sus mentes aquella niebla, al mirarse el uno al otro, se dieron cuenta de que ya no sabían quiénes eran, y por qué vivían. No conocían el propósito de su existencia.

Desde aquel tiempo, los hombres y las mujeres, alejados de Dios y tratando de existir en un planeta enfermo, caído han estado diciendo: ¡Ni siquiera sé por qué nací!
Los que han seguido la revelación dada por el Creador han aceptado que Dios nunca hace nada sin un propósito. Creemos, por ello, que Dios tenía un noble propósito en mente al crearnos. Creemos que fue concretamente la voluntad de Dios que hombres y mujeres creados a su imagen desearan la comunión con Él por encima de cualquier otra cosa.

Su plan debía tratarse de una comunión perfecta basada en una adoración devota al Creador y Sustentador de todas las cosas.
Si estás familiarizado con el catecismo breve, sabes que hace una pregunta antiquísima y escrutadora: ¿Cuál es el principal fin del hombre?
La sencilla pero profunda respuesta dada por el catecismo está basada en la revelación y sabiduría de la Palabra de Dios: El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. Esto no necesita traducción alguna para una persona reflexiva. Adorar y glorificar a Dios, este es el principal fin de cualquier hombre y mujer.
¿Por qué tantos se lo han perdido? ¿Por qué tantos han quedado ignorantes del amor de Dios y del plan de Dios a lo largo de toda su vida? ¿Por qué tantos maldicen todas las situaciones desagradables de sus vidas, y claman al final en la desesperación de la impotencia: ¡Oh, si ni siquiera sé por qué nací!

Dios había creado al hombre para mirarlo y ver reflejado en él más de su gloria que la que podía ver reflejada en los estrellados cielos. Pero ahora el espejo estaba empañado y distorsionado. Cuando Dios miraba al hombre pecador, ya no podía ver su propia gloria.
El hombre desobediente había devenido en el hombre pecador. Había fallado en cumplir el propósito de su creación: Adorar a su Creador en la belleza de la santidad.
Cuando Dios volvió, vino como si no supiera acerca de la tragedia. Llamó a Adán: -¿Dónde estás tu? Adán salió de su escondite; conocía de sobra su culpa y vergüenza.
Dios le preguntó: -Adán, ¿qué has hecho?
Adán confesó: -Comimos del fruto del árbol que tú nos prohibiste, pero ¡fue la mujer que me llevó a ello!
Dios le pregunto a la mujer: -¿Qué has hecho? Y ella dijo: ¡Fue la serpiente que me engañó!

En aquel breve momento nuestros primeros padres aprendieron el arte de echarle la culpa a otro. Esta es una de las grandes y reveladoras evidencias de pecado, y nosotros lo hemos aprendido directamente de ellos. No queremos aceptar la culpa de nuestro pecado y enfermedad. Le echamos la culpa a otro.
Si tú no eres el hombre que debes ser, seguramente le echarás la culpa a tu mujer, a tus antepasados o quizá al lugar en que trabajas. Si no eres el joven que debes ser, siempre podrás echarle la culpa a tus padres. Si no eres la esposa o mujer que debes ser, podrás echarle la culpa a tu marido o quizá a los niños.

Al ser el pecado lo que es, preferiríamos echarle las culpas a otros. Inculpamos, inculpamos, inculpamos. Por eso estamos donde estamos.
¿Este el fin definitivo? ¿Es esto todo lo que hay? ¡No! ¡No! Esta es nuestra respuesta a todos los miembros de la raza humana: ¡Tenemos maravillosas noticias para ti! Dios envió a su hijo unigénito mediante el milagro de la encarnación. Cuando Jesús anduvo por la Tierra Él fue el reflejo de la gloria de Dios. El Nuevo Testamento dice que Él es el resplandor de la gloria de Dios y la fiel representación de su ser real. Cuando Dios miró al hijo de María, se vio reflejado en Él.
¿Qué quería decir Jesús cuando decía a la gente de su tiempo: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre?

Estaba diciendo en realidad: Cuando me veis a mí, estáis viendo reflejada la gloria del Padre. He venido a acabar la obra que Él me ha dado que hiciera.
La adoración del amante Dios es toda la razón de la existencia del hombre. Es para esto que nacemos, y por esto renacemos de lo alto. Por esto hemos sido creados, y por esto hemos venido a formar parte de la nueva creación. Por esto hubo un génesis al principio. Es por esto también que hay una Iglesia. La iglesia cristiana existe, ante todo, para adorar a Dios. Todo lo demás debe venir en segundo, tercer, cuarto o quinto lugar.

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Tomado con permiso de:

de Sigueme.com.ar

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